Sobre la obra
Esta obra fue materializada el 19 de diciembre de 2015, en plena jornada de reflexión. La reflexión era no ya ante unas Elecciones Generales, sino ante la propia idea de lo que es un Estado.
Esta obra es una excepción dentro del conjunto de obras del autor. Para él, la política es un tema secundario. La explicación es que considera la creación artística como una evasión de lo real. Crear es, para él, una forma de salir del mundo físico y tangible. Una escapatoria a un lugar en el que las historias se centran en ideas abstractas como lo místico o lo absurdo.
El arte, cuando es entendido únicamente como activismo es, en opinión del autor, un subgénero dentro de lo pop. Autores políticamente comprometidos como por ejemplo el archi-conocido
Banksy se centran en cuestiones que se alejan de lo primario, de lo que somos en primer lugar, de lo que nos hace únicos a unos con respecto a otros.
Estas líneas no pretenden en ningún caso deslegitimar al arte político o a los autores que entienden el arte como una forma de hacer política.
Hay una gran cantidad de artistas interesantes que entienden que el arte puede ser un instrumento para expresar idearios o dar a conocer causas. De hecho el autor mismo ha colaborado como asistente en el taller de la artista y activista Silvina Der-Meguerditchian. La obra de los artistas-activistas no tiene por qué limitarse a ser una especie de pop gris. Es el caso de Silvina, que trabaja con sensibilidad en torno a la memoria histórica del genocidio armenio entre 1915-1923.
Al margen de la carga política, su trabajo habla de las personas, de la historia y la memoria. Son temas universales que nunca pasan de moda.
Para el autor, el arte comprometido es interesante desde el punto de vista del espectador. No obstante, como creador, encuentra más interesante ir hacia lo universal e intemporal: lo erótico, lo místico, lo dionisíaco y el absurdo. Son temas infinitos que no tienen un contexto claro. Permiten crear narraciones universales con más libertad. Van más allá de lo circunstancial, no tienen límite.
La vida propia de la obra de arte
Pero una cosa es la intención de un artista, y otra es la vida propia de la obra. La vida propia de una obra empieza cuando terceras personas las valoran, adquieren, distribuyen, restauran, destruyen, etc.. Es posible que alguien, en algún momento, encuentre una línea narrativa política en el trabajo de un autor que nunca se haya considerado político. Del mismo modo, una obra de un artista marcadamente político puede ser apreciado por un tercero despojada de su significado original.
Finalmente, los artistas desaparecen y las obras quedan.
Y las obras sólo son valiosas cuando alguien las mira.